El Primoroso Asesinado. (c)
Por: Enrique José Velázquez Marrero
El eco de mis pasos en los adoquines de lo oscura calle se escuchaban firmes y
seguros. La densa niebla consumía la escaseante luz de las lamparas de gas en lo alto de
los faros. Mi capa danzaba en la ligera brisa fría de un nuevo otoño. La botella de
Champaña a medio beber, en mi siniestra con cinco anillos, resaltaban la alegría de una
noche de apuestas y mujeres bellas en la mansión del Barón Angus. El bastón con
diamantes en mi diestra, junto al sobrero de copa, acentuaban, como siempre, la elegancia
de mi impecable apariencia.
Según me acercaba a los oscuros callejones del final de la calle, noté una figura a
media luz en una de las esquinas de uno de los callejones. Me apuntaba, amenazante, con un
arma en su mano derecha, pero poco intimidante. Le solté una burlesca carcajada, cuando
inexplicablemente disparó. El llanto cortante de la botella, al caer de mi siniestra
resonó en todo el callejón como ultimo grito de una vida que se extingue.
Lleve mi mano anillada a mi ultrajado pecho, luego observe por ultima vez su enrojecida
silueta y con ella misma me arregle mi larga y hermosa cabellera. Lo mire nuevamente, esta
vez a los ojos, y le dije las ultimas palabras de mi envidiable existencia. "¿Tu?,
¿te atreviste?"...